Cayó el último pétalo que la rosa tenía,
se fué el último aliento de su suave melodía.
Ya no quiere ver la noche, ya no quiere ver el día,
ya no escucha los sonidos, de las palabras vacías.
Dejó de escribir poemas, dejó de escribir canciones,
acongojada en su interior, murieron sus ilusiones.
Ya no quiere entonar cantos, ya no quiere estar alegre,
ya no hay más palabras vanas, ni silencio que se quiebre.
No le interesa el sonido de las palabras más tiernas,
ni el abrazo de los niños, ni el valle de las luciérnagas.
Lo que antes le gustaba, ha dejado de ser hermoso,
no va con ella el azul, del diamante más ostentoso.
No quiere oir de shakespeare, ni de pablo neruda,
ni de mil libros escritos, que le prometan ayuda,
solo quiere liberarse, de la oscura soledad,
la filantropía es buena, solo si hay humanidad.
Mas en ella ya no queda, ni lo cálido ni lo bueno,
ni un suspirar amoroso, ni un pensamiento sereno,
ha perdido la palabra, el sentido y la razón,
cual Aquiles doblegado, por la flecha en el talón.