Dime,
que no quepo en tu mundo,
mientras agoniza
lo que siento por ti.
Esto, que no sé definir,
pero es tan doloroso como saber
que debo privarme de invocarte,
cuando yace mi cuerpo
en la hora crepuscular.
Dime,
si también tu nombre,
el apodo que te di,
la poesía compartida,
el alcohol añejado en risa,
la música, descubierta y dedicada,
si el dedal que usamos
para tejer memorias, ahora en singular,
junto a todo lo demás
tengo que exiliar de esto,
de lo único que me queda,
el recuerdo.
Dime,
que no quepo en nada,
que todo lo que siento
debe morir.