Y me llamó por el nombre que
siempre he guardado,
me miró profundo como nunca
nadie me ha mirado,
y me dijo “Guapa”,
con la dulzura de un tiempo olvidado.
Y encendió el sol,
para calentar mi rostro en las mañanas.
E hizo de las tardes
hermosos paseos
por veredas perfumadas.
Y llenó mi copa vacía
saciando la sed del alma.
Y cenó conmigo cada noche cerrada,
dulce compañía que trae la calma.
Corrió mis pelos y arropó mi espalda
al apagar la luna en las noches claras.
En abrazo tierno arrullo mis sueños
y calmó la ira de tanta fatiga.
Me pensó desnuda,
me pensó vestida,
me vistió de plumas
y me hizo alada,
esbelta, joven, bella…
para compararme
con la más hermosa estrella.
Y me amó en silencio,
puntillosamente,
trató que no lo viera…
¿Cómo no ver a ese hombre
que es mi más dulce poema?
A.B.A. 2016 ©
Amalia Beatriz Arzac
Buenos Aires - Argentina