ANHELADO RETORNO.
Madre, en esta ciudad que luce desierta
Me encierro en este mudo y frio aposento
Soñando mi regreso con colores de mi tierra
Con todos los alegres y felices momentos
Cuando compartíamos, las alegres fiestas
Que solo se encuentran en el calor caribeño
Se quedaron a mi espalda, como triste recuerdo
Los alegres momentos, las hermosas veladas
Orbitando en mi alma, como un anhelado consuelo
Que hoy se regocijan, en arrugadas esperanzas
Las mismas que quieren retornar al dulce suelo
Para bordear el reencuentro, enjugado en lagrimas
Son sueños, que me permiten revivir los momentos
Y apreciar, los abrazos cuyo fervor tanto extraño
Aunque en cada instante, su calor agite mi aliento
No encuentro sosiego, que extingo en el tenue llanto
Que se ahoga, ante la ausencia de sincero afecto
Que oculta, la triste debilidad de mi quebranto
Madre, cuando llega la noche, mi dolor es mayor
Y solo me consuela, la llamada de larga distancia
Que regocija, mi sacudido sentimiento de amor
Al oír las voces de los seres, que realmente aman
Con esta ciudad, no existe ninguna comparación
Parece un pueblo, ocupado por los fantasmas
Madre, aquí hasta los árboles, tienen su linaje
Y todos en otoño, se desprenden de sus afectos
Las hojas, que le acompañan en su verde traje
Son desahuciadas y desparramadas por el suelo
A veces lo interpreto, con dolor y sin ambages
Como la esencia indigna de algún sentimiento
Nunca entenderán de mis lagrimas la esencia
Ni sabrán el intenso calor de un gran abrazo
Difícilmente sepan que es dolor de la ausencia
Es de las razones, de mi contenido llanto
Que reclama insistentemente vuestra presencia
Para regocijarme con tu dulce y añorado encanto
Por eso, cuando miro los árboles desnudos y fríos
Los mismos, que por destino renuncian al afecto
Me conmueve, el calor y el amor por los hijos
Que enmarcan nuestro espacial contexto
Esta diferencia estacional, con mis principios
Son la razón fundamental de mis lamentos
Madre, el ave errante siempre vuelve al nido
Y después de la tempestad, viene la calma
Por eso siempre se encuentra lo no perdido
Que se halla en lo más recóndito del alma
Por muy profundo que sea el lóbrego abismo
Siempre la superficie, permanente le llama.