MANOLO TUA

ANHELADO RETORNO

ANHELADO RETORNO.

 

Madre, en esta ciudad que luce desierta

 Me encierro en este mudo y frio aposento

Soñando mi regreso con colores de mi tierra

Con todos los alegres y felices momentos

Cuando compartíamos, las alegres fiestas

Que solo se encuentran en el calor caribeño

 

Se quedaron a mi espalda, como triste recuerdo

Los alegres momentos, las hermosas veladas

Orbitando en mi alma, como un anhelado consuelo

Que hoy se regocijan, en arrugadas esperanzas

Las mismas que quieren retornar al dulce suelo

Para bordear el reencuentro, enjugado en lagrimas

 

Son sueños, que me permiten revivir los momentos

Y apreciar, los abrazos cuyo fervor tanto extraño

Aunque en cada instante, su calor agite mi aliento

No encuentro sosiego, que extingo en el tenue llanto

Que se ahoga, ante la ausencia de sincero afecto

Que oculta, la triste debilidad de mi quebranto

 

Madre, cuando llega la noche, mi dolor es mayor

Y solo me consuela, la llamada de larga distancia

Que regocija, mi sacudido sentimiento de amor

Al oír las voces de los seres, que realmente aman

Con esta ciudad, no existe ninguna comparación

Parece un pueblo, ocupado por los fantasmas

 

Madre, aquí hasta los árboles, tienen su linaje

Y todos en otoño, se desprenden de sus afectos

Las hojas, que le acompañan en su verde traje

Son desahuciadas y desparramadas por el suelo

A veces lo interpreto, con dolor y sin ambages

Como la esencia indigna de algún sentimiento

 

Nunca entenderán de mis lagrimas la esencia

Ni sabrán el intenso calor de un gran abrazo

Difícilmente sepan que es dolor de la ausencia

Es de las razones, de mi contenido llanto

Que reclama insistentemente vuestra presencia

Para regocijarme con tu dulce y añorado encanto

 

Por eso, cuando miro los árboles desnudos y fríos

Los mismos, que por destino renuncian al afecto

Me conmueve, el calor y el amor por los hijos

Que enmarcan nuestro espacial contexto

Esta diferencia estacional, con mis principios

Son la razón fundamental de mis lamentos

 

Madre, el ave errante siempre vuelve al nido

Y después de la tempestad, viene la calma

Por eso siempre se encuentra lo no perdido

Que se halla en lo más recóndito del alma

Por muy profundo que sea el lóbrego abismo

Siempre la superficie, permanente le llama.