Cuando termina
la música sin nombre,
llega la noche.
Acaba el día,
se apagan los sonidos,
vienen las sombras.
En las arenas
de playas y rompientes
suenan resacas.
Vienen de lejos,
de mares misteriosos
donde hay sirenas.
Y en esa música
que duerme en el silencio
viven los sueños.
Vibran colores,
ternura con caricias
y muchos versos.
La poesía
descansa en el regazo
de las estrellas.
Hasta que un niño,
que quiere ser poeta
llega a su lado.
Y la rescata,
da vida a los violines
con nuevo brío.
Así es la vida,
retazos de ternura
y poesía.
Rafael Sánchez Ortega ©
12/06/23