El bosque de los sueños
que ama la gloria de tu vientre,
que sostiene la miel de tus encantos,
la añoranza, en el sereno, en el gozo,
en los despiertos cuerpos erguidos
de los árboles inquietos, penetrantes
con madera viva luminosa de la furia,
entre las sombras que cobijan mis labios,
y que muerden los tuyos, que se inquieta la noche,
que se mueren, que se aman, en el verdor
del suelo, confidente pecado.
Es cada sueño, cada lugar, cada rincón
que uno se pierde, por perderse,
besando el bosque, por besarlo,
mirando el bosque, por mirarlo
mirando la frondosidad majestuosa
y sensitiva de la noche, que palpa suave
el tupido bosque de los sueños,
y entonces culmina la crueldad, y el roce
grosero y la tortura del bosque de los sueños
acaba en las dulces y misteriosas brisas.