Leía a Maquiavelo en la terraza,
la temperatura subía,
apareciste esplendorosa
en el césped de al lado,
tendiste una toalla clara de múltiples colores,
no quise evitar mirarte,
mientras pausadamente te sacabas el vestido
posándote a tomar baños de sol,
voluptuosa, hecha a mano,
me distraje largamente en tu belleza;
desperté de esa hipnosis,
retomé \"De Principatibus\",
los párrafos,
llevaban a inferir la frase
escrita por Napoleón
\"el fin justifica los medios\"
.
Ese largo verano se me hizo breve,
ya sabía de memoria tu cuerpo
de odalisca dorada.
Una noche llegaste a mi casa,
reías cristalinamente, amorosamente,
conversamos de mil cosas;
no nos preguntamos los nombres,
pero era seguro que tu sabías
dónde estaba yo con mis libros
en los momentos de tu desnudez;
me contaste que diariamente
caminabas por la playa,
que también deseabas
sentir los rayos en la terraza;
En la mañana temprano
me senté en un banco de madera
en la costanera,
ahí en la arena se divisaban
tus cosas,
pronto divisé tus contornos acercándose,
te vestiste
y volvimos charlando alegremente;
subimos a la terraza,
advirtiéndome,
puedes mirar,
pero no tocar,
sonreí retirándome
diciendo quedamente
qué martirio, qué tortura,
agregué hoy termina el verano,
desde mañana
coy a estudiar,
alejándome escuche:
yo también.
Al despedirnos le dije me llamo tal...
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