Josefina Barreto

EN LA MUERTE DEL POETA

 

Nada tengo que ofrecerte,

solo mis manos vacias;

hojas de papel en blanco,

mi pluma y algo de tinta.

Ramilletes de palabras,

ofrenda que pasaría

cuando el agua del olvido

ahogue lamentos suicidas.

*

Escribe tú mi epitafio

en los lapidarios días

en que morirán las horas

de efímeras alegrías,

perdidas en el naufragio.

Y aunque nunca fueron mías

se clavaban en mis labios

cada vez que sonreías.

*

Nada tengo que decirte,

mi pecho está disecado.

Prendido con alfileres

el corazón ha quedado.

No le mires, que tus ojos

le pierden y le hacen daño

y vuelve a hundirse agobiado

en los dolores de antaño.

*

Nada tengo que pedirte,

Ni perdón ni penitencia,

si a punto está de morirse

el numen de este poeta.

Entierra lejos mi lira,

rompe hasta la última cuerda

y envuelve mi mano fría

en un sudario de letras…