Un dulce canto
del pájaro en el bosque
que despertaba.
Con el murmullo
del río cristalino
en los meandros.
Era un buen día
de junio y primavera
que terminaba.
Fuimos, sin prisa,
testigos de la magia
y de su encanto.
Y es que el encanto
del bosque enamoraba
por su hermosura.
¡Qué colorido,
del cuadro de la vida,
y pinceladas!
Era un regalo
que el cielo nos dejaba
para los ojos.
Eran caricias
llevando a los sentidos
algo sublime.
Y en ese sueño
estábamos nosotros
en un abrazo.
Rafael Sánchez Ortega ©
14/06/23