Un loro y un avestruz
platicaban cierto día
en horas del mediodía
en un bosque a media luz.
Y de pronto oyeron llantos,
en medio de la arboleda
y la voz se volvió queda,
con silencios… ¡con espantos!
Pues oyeron los disparos
y unos gritos espantosos
que se oían, dolorosos
y en el bosque… ¡no son raros!
Dispararon a mansalva
a los pobres habitantes
con los ruidos crepitantes…
Y en el bosque… ¡quién te salva!
El avestruz fue a esconderse
y en el hueco preferido
su cabeza la ha escondido…
¡Prefirió mejor perderse!
Y aquel loro y avestruz
presenciaron la injusticia;
y al querer hacer justicia...
¿Quién cargó pesada cruz?
¿Y el avestruz, fue testigo?
¡Jamás oyó… ni vio nada!
La cabeza estaba echada…
¡Oigan bien lo que les digo!
Fue aquel loro muy valiente
con su canto denunciante
que marchó siempre adelante
¡Con su lucha vehemente!
Esta fábula y su luz
no tienen mayor rareza
siempre esconden la cabeza
muchos como el avestruz.
Nunca saben, nunca miran,
lo que pasa en el entorno;
pero llega con retorno,
como el bumerán que tiran.
Y de pronto hasta deliran
cuando arrecian los dolores
con todos los sinsabores
de las tantas injusticias
que llegan con impudicias…
¡No lo olvides, no lo ignores!