Carlos Eduardo

LA MAJA VESTIDA

 

Transcurrieron 2 años

desde cuando nos despedimos;

 

mi casa estaba cerrada,

quería olvidarte;

 

no obstante,

ese día iba de una librería a otra,

de repente en la calle me llaman,

¡eras tú!,

corro a abrazarte,

mis manos quedan vacías;

 

pienso,

¡estoy alucinando!;

 

vuelvo a casa,

abro cortinas y ventanas,

me recojo en el sofá;

 

pasarían, minutos, horas, no sé,

suena la campana en el zaguán,

me asomo, ahí estabas,

haces un gesto

y yo otro para que entres,

me miras y rompes en risas,

yo en cambio digo,

¡estoy delirando!,

ella dice,

¡no!;

 

te voy a contar,

estoy de visita en este mundo,

inmunizada al roce de los seres vivos,

una suerte de holograma

o realidad virtual para ti,

si me materializara en un 100 %,

paso a ser una más entre ustedes,

con desventajas letales,

...

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REFERENCIA:

LA MAJA DESNUDA

Leía a Maquiavelo en la terraza,

la temperatura subía,

apareciste esplendorosa

en el césped de al lado,

tendiste una toalla clara de múltiples colores,

no quise evitar mirarte,

mientras pausadamente te sacabas el vestido

posándote a tomar baños de sol,

voluptuosa, hecha a mano, 

me distraje largamente en tu belleza;

 

desperté de esa hipnosis,

retomé \"De Principatibus\",

los párrafos,

llevaban a inferir la frase

escrita por Napoleón

\"el fin justifica los medios\"

.

 

Ese largo verano se me hizo breve,

ya sabía de memoria tu cuerpo

de odalisca dorada.

 

Una noche llegaste a mi casa,

reías cristalinamente, amorosamente,

conversamos de mil cosas;

 

no nos preguntamos los nombres,

pero era seguro que tu sabías

dónde estaba yo con mis libros

en los momentos de tu desnudez;

 

me contaste que diariamente

caminabas por la playa,

que también deseabas

sentir los rayos en la terraza.

 

En la mañana temprano

me senté en un banco de madera

en la costanera,

ahí en la arena se divisaban

tus cosas,

pronto divisé tus contornos acercándose,

te vestiste

y volvimos charlando alegremente;

 

subimos a la terraza,

advirtiéndome,

puedes mirar, 

pero no tocar,

sonreí retirándome,

diciendo quedamente,

qué martirio, qué tortura,

agregué hoy termina el verano,

desde mañana 

voy a estudiar,

alejándome escuche:

yo también.

 

Al despedirnos le dije me llamo tal...

...