El suave viento,
con brisa del nordeste,
se despertaba.
Era temprano,
llegaba en las resacas
de las mareas.
Bello reflujo
con olas en la playa
para dormir.
Tú las mirabas,
parando en el paseo
de la mañana.
Y hasta sentías
la brisa por tu cuerpo
con sus caricias.
Te estremecían
sus dedos invisibles
al recorrerte.
Y hasta tus ojos
soltaban unas lágrimas
viendo aquel cuadro.
Tu corazón
corría y galopaba
muy desbocado.
Era la sangre
y el alma enamorada
que en ti vivía.
Por eso mismo
tus labios recibieron
del viento un beso.
Rafael Sánchez Ortega ©
15/06/23