Parecía que el techo se venia abajo,
la chapa crujía como mi corazón bajo los pies del joven,
que no comprendía la preocupación de los habitantes de abajo.
Los años habían gastado visiblemente el cielo raso de la vieja casa.
42 años y el joven regresa.
Para el no paso ni un día, vuelve a los pasos de su niñez.
Retorna en el tiempo, hace un retroceso y no acepta el cambio,
ignora la entropia, y el hecho de que nada es igual.
El no puede entender su visión esta nublada.
El camino equivocado y el cambio necesario se estiran en una lánguida agonía.
Para el que regreso y para el que aprobó la llegada
desde la culpa, mas no desde el corazón.