Tengo un pensamiento
en mí, por ti padre amado,
porque tú me cuidaste desde niño.
Hoy que estás allá en el cielo
cómo extraño tus consejos,
yo también cuidé de ti
en tu vejez, pero nunca dejaré de
llevarte en mí corazón; en lo bueno
que fuiste para mí. y desde allá
recibo tus bendiciones a diario;
me siento felíz porque te llevo
guardado en mí, y tu humildad
también está pegada en mi piel.
Solo sé que tu eres mi padre
ejemplar con amor en mi sencillez.