He tenido que viajar en retroceso
para hallarte, mujer, en los vestigios,
discretamente tú, acompañándome a la deriva
y yo pactando conciliación en los altercados
que en mi pensamiento brotaron,
no sé cómo las cosas sucedieron,
me otorgas lo grato del placer, al percibirte
y al tener insospechadamente tu compañía,
sumiéndome en aquello que es sublime en la satisfacción,
a razón de que no dudo ya en admirarte.