Me hallo sitibundo
de aquella predilección refrescante,
risueña energía que atrae
y despierta en cualquier sujeto
que se atreva a mirarle.
Toca resignarme a contemplarla unos minutos al día
y andar campante como si eso bastara
para mantener la llama viva.
Inquietud latente por manifestar
más que mi disfraz elaborado.
Fingir que somos circunspectos
está bien por el momento, pues
sin comentar palabra alguna
cuatro paredes sostienen miradas
que a lo lejos entresacan
lo que dos almas ávidas callan.
Un amor vedado
o políticamente incorrecto.
Por ella pondría mi moral en juego.
Ya cansado de ser un tipo bien portado,
me escapo a mi utopía,
lugar donde cesa mi sed y finalmente puedo
llamarla mía.