Tifón, borrasca aquella
fulgor en tu chispeante boca,
huracanes deseados y nacidos
en los vientos alisios de tus palabras;
envidia de Bóreas y sus hermanos,
por tu si poder dar vida a las alas sin amarras.
Fresca brisa de la mañana preclara
después del incendio que arde la noche,
cual tela blanquecina en oro bordado aclara
los infernales deseos que con la luna soporten;
amarrando tu mis ignotos deseos
como yo tus brazos, entre seda y bronce.
Nunca sabrás lo que es morir por la ansiedad
por el torrente de tu hálito con gusto a mar,
nunca sabré lo que es morir por la brusca sed
hallando donde te busco un torrente de agua y miel;
nunca sabremos cuando juntos un momento parar
si ardemos como fatuos fuegos que rompen la oscuridad.
Y juntos, como el oxímoron de sol y luna hemos de ser
cubriendo de misterios lo que el día ha de revelar
y claridad a las penumbras de cada anochecer;
hacer tinta pura de tu sexo y escribir en la piel dulce y tersa
algunos versos ardientes, otros de pasiones y uno incompleto:
que de amores el corazón sabe y de nuestra carne solo el deseo.
Así pues, nos orientamos nuevamente a lo incierto viajar
entre las brumas y el azul del pícaro Apolo al parpadear,
vamos sin barco ni timonel, solo como los dioses solían andar;
montada Europa sobre el toro e Ío esperando sobre el Lerna,
asi damos rapto a lo que nuestra mente, sucia y brillante ordena:
amemos y deseemos juntos los dos para dar luz a nuevas primaveras.