En el amante del ser reside la pasión,
no como un alma espiritual, sino como un corazón herido,
pues el roce con la realidad trae consigo la confrontación,
y ningún pensamiento puede alterar lo acontecido.
Lo que es, simplemente es, sin más dilación,
todo lo necesario ya reposa en este instante,
¿Cómo discernir la falsa necesidad de la ilusión?
Al no poseerla, comprendemos su inexistencia constante.
Así, el suministro de todo lo esencial se nos concede,
en la sinfonía del universo, siempre está presente,
en la entrega al flujo, en cada paso, se procede,
una provisión divina que nutre el ser eternamente.
El desapego a las supuestas necesidades se hace evidente,
en la aceptación plena de lo que la vida ofrece,
en la gratitud por cada presente emergente,
la plenitud se encuentra, y el amor florece.