Pastores y verdugos.
Solemne, en el púlpito, el libro santo abierto,
túnica blanca irradia esencia, luz divina.
Voz, pétalos de amapola susurran al oído,
vertiendo cual agua de lluvia, enseñanza bendita.
Al corazón que siente, a la mente que indaga,
penetra en lo más hondo del alma sensitiva.
Diluvio de sabiduría, mensaje celestial de plata,
en el sagrado estrado derrama y cautiva.
Con afable proceder, dicta cómo vivir,
desenmascara hipocresía de hienas y chacales.
Bestias carroñeras que no pueden discernir,
fanáticos embaucadores, propósitos siniestros abismales.
Sobre la fe inestable y las herejías del mundo,
arrastran hacia abismos de horror y desesperación,
conllevan un futuro sombrío, lúgubre y profundo,
penas infernales, un vacío difícil de colmar, sin salvación.
El rebaño escucha amedrentado, sumiso y fiel,
duerme plácido, en la promesa del paraíso.
Se aleja del pecado, lujuria, vicios la cruel miel,
acepta normas que aprisionan su albedrio.
Mas, bajo intangibles, se les coarta la libertad,
cerdos ladrones de traje, disfrutan del botín ajeno.
Vertiendo burlas, esparciendo su inmundicia con maldad,
sobre los fieles opresión económica, crece como veneno.
Aun así continúan rindiendo pleitesía,
Reverencian al guía y credo con pasión,
incluso, cuando les infunde miedo, cobardía,
por desobedecer, la santa predicación.
Generando pérdida de cada favor obtenido,
y si la falta amerita castigo implacable,
justicia empuñada por el verdugo,
quien carga a cuestas la guillotina inquebrantable.
La hoja cae, cuerpo y alma encuentran cruel destino,
el ejecutado, desamparado, no hallará salvación.
El pastor apenado y parroquianos, silencio divino,
túnica y santo libro guadaña ocultan, oscura transformación
Con la capucha del verdugo y la guillotina en mano,
inicia otra cacería del alma perdida y su condenación.
¿Llegará el día en que se mire sin temor de soslayo?
En saltos de fe, nada ni nadie es lo que parece, sin mención
Elthan