Este daño que inflige el desapego
de tus ojos, tus manos y tu boca,
daño que tu frialdad mi mal provoca
mientras ardo en la llama de mi fuego.
Revés feroz que asestas con tu juego
de niño caprichoso, que me aloca
y a la aflicción sombría me convoca,
el nefasto engreimiento de tu ego.
Cuando en mis ansias ruge la locura
acometes igual que una tormenta
y de mi amor y mi lealtad te mofas.
Y buscando elixir para mi cura
te escribo sin apenas darme cuenta
el repudio a tu daño en cuatro estrofas.