Contemplad... este cielo tembloroso en las líneas de cada una de mis manos,
las nubes ancladas y sus risas encriptadas en el cristal de tu mirada.
Contemplad... esta fugacidad de mariposas viajeras y el claro oscuro de la arpas que repican, cual campanarios de moda.
Contemplad... este río de niños cuyos juguetes languidecen en un estio de miradas vespertinas,
y este despertar de frutos como colgandejas mañaneras y sus disfraces de amor...
(Estamos deshojando pétalos mitificados)
Contemplad... estas risas de cigarras reventadas en los tálamos de los amores eternizados.
Contemplad... estas siluetas de lunas en el trasluz de las esfinges rotas;
y la misma caravana de caracolas marinas proyectadas en el punto de los corazones trasnochados.
Contemplad... y vuelve a contemplar, las palabras gastadas, los árboles enmudecidos y el rubor del cielo, si aún conservas la serenidad de cada uno de vuestros pasos y los arpegios de las almas alucinadas.
Contemplad... y finalmente, permaneced absorto ante las vidrieras opalinas que desescama peces en el estertor de los siglos sigilosos.
Contemplad... este ritual de cadenas; de mares perdidos y de cruces y de espadas, mientras los cuerpos ennegrecidos lloran su habitual destierro.
Contemplad esta lluvia de pájaros parlantes que sacrificaron el verbo de sus lenguas para salvar nuestras almas y la fugacidad de los sinos.
Contemplad... si nos alcanza el tiempo, los pasos y el pulso de un poema mientras la luna entre abre sus cortinas a tus ojos desorbitados.
¡Contemplad... sólo contemplad!