LA PLAYA DE NOSOTROS.
Se ataba al paraíso la luz dulcificada de su trémula mirada. Se ataba al paraíso todo su esplendor, y a todos esos sitios finamente comparables. Y el cielo anaranjado de todo amanecer, solamente era observable encendidas sus pupilas. Y encendidas sus pupilas, también se haría apreciar la costa despejada, el volar de las gaviotas y aquella franja extensa que adoran los amantes.
SE ALZABA EL DÍA TODO EN EL VERANO DE SUS OJOS.
SE ALZABA AQUEL TESORO EN LA PLAYA DE NOSOTROS.