Atrás dejé los pueblos encalados
desnuda de coronas y oropeles,
no quise nombradías ni laureles
y caminé entre riscos escarpados.
Romera por el filo de una espada
sorteando los baches del camino
me engulleron las fauces del destino
meciéndome en los brazos de la nada.
Crucé los campos de mi nacimiento
buscando mi verdad sin florituras
y sobre mis sandalias fui jinete.
En B’eer Sheba encontré las Escrituras
de la raíz del árbol de mi acento
y bebí agua del Pozo De Los Siete.