Yo lo encontré entre mis pieles
una noche como esta que se acerca,
y hubo testigos: uno fui yo,
el otro la niebla que me tiene presa
de tu amor ya sin quien se ofenda
cada vez que alzo la voz
haciendo eco en algún rincón de mi memoria
este interno resplandor que en mí resopla
sin ya dios que se le oponga.
Sin ya fondo a mi obsesión estoy tan tóxico
que no soy yo el que ora por las noches
masticando este sopor que me es tan propio.
No tengo ningún socio del que fiarme
cuando azota el temporal a mi barcaza miserable,
cuando acecha ya este caos a mi ventana
contratado para nada más que molestar
mientras estoy soñando que estoy soñando
otra vez de tantas...
Esta factura es por la de años
que llevo atascado viendo a los demás
como pasan rozándome sin ni caso.
Y si al fin me desmorono sobre el charco
estaré salvado de toda esta presencia
y del descalabro de mi ánimo
como toda respuesta al desamparo
que en mí les cuesta aplacar
con todas sus fuerzas
aunque empujen unos cuantos
al silbato de ya.
Se llena de estrellas mientras
el cuarto y es mi musa fatal
la que me llama hoy a invocar
tanto desastre como viene oculto en mis venas
ya por azar de pura genética,
tanto detrás de lo que en esto se empeña
hoy por llevarme a su lado.
Es mi designio mortal
mismo en las letras que escribo frustrado.
Es una sola verdad
tras toda esta bruma en sobrecarga.
Es ya tarde para hablar
de todo lo que entraña
una decisión de tal magnitud.
Sería caer en la trampa
de inundar la página
con tan solo otro escrito.
Mis circunstancias me obligan
a tal vez redimirlos
y hacer de mí firme un soporte
en la hora del hoyo.
Sin pronombres, no digo no, yo
que me corte para dar paso al agobio
de mi existencia toda.