Tengo diecisiete años,
mi cuerpo lleva diecisiete años,
mis ojos y mi mente también,
pero mis vivencias trascienden esa edad.
El dolor no descansa, sin importar la juventud,
los monstruos aguardan, sin clemencia,
hasta que el último rayo del sol desvanezca,
sola y triste en mi adolescencia.
Mis vivencias son el peso que me abruma, me asfixia,
si Dios existiera, ¿sería bondadoso o justo?
¿Cómo determina qué sufrimiento es justo?
¿Hasta cuándo cargaré el peso en mis huesos?
Detener la vida, su furor se acalle,
que el dolor encuentre su final,
vivir sin partir antes de tiempo,
¿qué es vida, en verdad, en su anhelo sublime?