Hoy quisiera no pronunciar tu nombre nunca más y olvidar la esencia de aquellos versos y miradas, de tantas palabras y momentos que residen muy adentro de mi alma. Hoy quisiera y no puedo porque tiemblo a cada instante que voy leyendo tus cartas en mi jardín..., ahora ya tan descuidado debido a la soledad que me produce el gota a gota de tu ausencia; de mientras y muy lentamente voy siendo lacerado en las entrañas de mi corazón por las espinas resecas que me ha dejado tu recuerdo.
Las huellas de esas cicatrices se ahondan más y más cuando no quiero preguntar a nadie con quién estás, y es que no puedo seguir así, no puedo no puedo..., soportando esta melancolía que va dictándome anhelos de aquel último roce que se inoculó en mis venas y que ahora mismo está pensando en el beso que a otro estarás dando.
La verdad es que yo no te di nada porque tu siempre mirabas lejos y al mismo tiempo te daba todo, claro..., todo te daba cuando te regalaba mil lunas de plata repletas de sonrisas que tú nunca las veías aunque siempre las tenías a tu orilla, porque deseabas alcanzar el cofre de un tesoro que lucia aquel lucero de clase alta que moraba en un cielo de corales y yo no tenía una escalera de caracol para poderte subir tan arriba y tan lejos.
¿Sabes? Debo cerrar este poema en la misma página de mi derrota sabiendo que un día te tuve entre mis brazos y que te dormías en mis sueños, y que hoy solamente me queda la música de aquel bolero que bailábamos juntos, porque tu vestido negro desapareció aquella noche sin acabar el baile y yo me quedé abrazado al viento de unos violines que dejaron de sonar en aquel mismo momento.
Yo, que me enamoré de ti con locura de poeta..., hoy quisiera no pronunciar tu nombre pero no puedo...es que no puedo y me pregunto si serás feliz o serás una dama triste, que muere como murió el bolero que bailamos la última noche en que te vi.