¿Qué pasó
entre tu desierto y el mío?
Cómo se secó
el caudal que manaba
nuestras aguas tan pausadamente,
que no nos dimos cuenta...,
No vimos venir las zarzas,
que eran señales claras
de nuestra aridez,
y no creímos que las
hojas que caían,
alejándose sin rumbo,
eran de desánimo e inercia.
Así como no notamos
la arena ardiente,
que ampollaba nuestros pies.
Nuestras ramas
agotadas no extendían
sus brazos para acoger
nuestras aves
y nuestro canto enmudeció
cuando golpeó la tormenta.
¿Qué hicimos de nuestro sol?,
que cobijó nuestro lecho,
¿qué hicimos del rocío,
el maná de nuestras almas?
Brechas de silencio
separaron nuestra vera,
y perdimos el camino
dando pasos opuestos.
Nunca más nuestra ilusión,
volteó a buscar
el rostro de nuestros ensueños.
Y, nos envolvió
un mar de arena desértica,
desolada, enterrando
toda posibilidad de revivir
nuestro caudal subterráneo.