Abro despacio el corazón
de la gente que pasa
y me asomo al borde
de un andamio de niebla
por donde la ciudad desagua
desechos de palabras
de segunda boca.
Las calles me sorprenden
si toco sus caderas de sal
y descubro asustado
en cada sílaba de piedra
la ciega construcción
de su silencio.
Reconciliable universo
para cambiar de amores
como cambiar de barrio
o de bares y volver
con el alcohol y el humo
de una noche sin tiempo
a encontrarme de nuevo
en los mismos lugares
con la gente de siempre.