-Nadie se lo esperaba cuando regresó al medio día a su choza con la botella número cuarenta y nueve, ésta vez traía además de la carta dos varas rojas, tan bien pulidas que brillaban al sol, como de costumbre se corrió la voz y los surfistas fueron a esperarla en el mar, se lució, sí, siempre nos hacía recordar las proezas de Aukai, pero ésa vez fue diferente, no sé, sus movimientos eran propios, delicados como corresponde a una mujer, más que competencia de fuerza y equilibrio lo que ella hacía era una danza, cerraba los ojos y movía los brazos sobre la tabla mientras las olas la jalaban al compás de sus movimientos, no las buscaba, solamente se dejaba llevar, absorta ensayando quién sabe qué, en esa ocasión no participó en la competencia, quienes esperaban eso se decepcionaron, ahora se aislaba en su danza movida por los compases de las fieras olas que arremetían sin volcarla que continúo como era habitual hasta la noche.
Murió esa noche tocando una melodía nunca antes oída, música producida por las botellas sin duda, un sonido limpio, delicado y arrobador, hubo testigos de que no se formó una sola ola en toda la noche, ni grande ni pequeña, el viento no sopló, no se escuchó el roce de las palmeras, ningún mosco voló ni un solo grillo cantó, el mar tan increíblemente quieto parecía un espejo reflejando la luna, tan transparente que algún pescador varado a esa hora en el mar juraba que se veía perfectamente en fondo con sus algas y peces paralizados, escuchando la música, al igual que las personas en sus casas, los dormidos no parecían respirar, los animales estaban tan petrificados como los árboles, una cosa impresionante.
-¿Murió? Quienes la vimos dudábamos que así fuera, más bien parecía hibernar, las personas que entraron a la choza la encontraron con las dos varas de coral rojo en la mano y sus cuarenta y nueve botellas acomodadas en siete hileras con siete botellas cada una, curioso, de alguna manera las siete botellas superiores eran las siete notas musicales básicas que se combinaban con los diferentes tonos de las de abajo, aún no me parece posible que una sola persona haya logrado crear una partitura completa de tantas horas de duración, es una lástima que las hayan desacomodado cuando prepararon la choza para el sepelio, o despedida como dicen ellos, los familiares de Aukai adornaron la choza y vistieron a Hilda, adornaron su frente y su cuello con coronas de flores, la vistieron con su vestido de bodas, sus cabellos rubios enmarcaban su bello rostro, la reunión comenzó y terminó en jolgorio; todavía no logro comprender a esas comunidades donde la muerte los visita y se aleja sin dejar a su paso estelas de dolor, la desaparición de Aukai no causó desesperación a sus padres y tampoco el cuerpo inanimado de Hilda, ellos, sus más allegados y amigos llegaban a despedirla como si todavía los pudiera oír, le tomaban las manos, le besaban las mejillas y acariciaban su frente, sólo quienes no eran originarios de la isla derramaron unas cuantas lágrimas mientras los demás platicaban y reían sin recato, yo por mi parte me sigo preguntando si realmente murió, su cuerpo no presentaba la rigidez post mortem, estaba fría, sí, pero toda cubierta de una fina capa de sal, sí, de eso no hay duda, eran copos diminutos de sal blanca como espuma de mar, sólo su cabello permanecía libre de ellos, pero tan brillante y húmedo, hasta desprendía un aroma agradable ¿a brisa matinal? ¿a lirio? ¿a polen de enredadera de manglar? No sé, no soy aficionado a los perfumes, sus párpados sellados finamente y su boca risueña estaba tan roja como las varas de coral ¿se burlaba? Tal vez, ella dijo que un día lo haría, tan solo estoy esperando el desenlace de éste asunto, porque ha pasado un día entero y a pesar de la insistencia de las autoridades los familiares de Aukai se niegan a comenzar los trámites del entierro porque dicen que el cuerpo de Hilda ahora está compuesto por agua salada y por eso permanecerá incorrupto, pero si pasa otro día más, o comienza el hedor o la elevan a la categoría de santa y patrona de los surfistas ¿se imagina? Las apuestas ya empezaron.
-¿Trajo lo que le pedí?
-Sólo unas cuantas botellas que logré recuperar después de la inundación, las cartas se deshicieron, si quiere hacer su investigación hágalo, de todas maneras ya sé que a mí no me darán a conocer los resultados, prefiero pensar que sí hay un secreto en ellas e Hilda lo halló, en cuanto a mí, mi labor ha terminado, le he contado a usted lo mejor que recuerdo de nuestras entrevistas, en un par de días regresaré a la ciudad y le diré a mis tíos que mi Hilda murió ahogada por una gran ola y nunca encontraron su cuerpo, les dolerá, pero se negaron a dejar su vida cómoda para ir en pos de la hija pródiga, así que si quieren averiguar algo que vengan personalmente.
La marea subió desproporcionadamente esa misma noche, el agua entró a todas las casas, eso sí, tan lenta y apaciblemente que la gente tardó en asustarse, el agua inundó las calles como el mar se estuviera rebosando y poco a poco cubriera el pueblo primero unos centímetros, luego veinte, treinta y así hasta completar el metro de profundidad, nada podía hacerse, unos rezaban, otros maldecían, pero la mayoría tomó lo más indispensable y se dirigió a las faldas de las montañas esperando lo peor, pero lo peor no llegó, así como subió, así bajó nuevamente de nivel y retrocedió otra vez a sus dominios, no hubo temblor, ni truenos ni olas violentas, el mar más bien parecía estar estirándose después de un largo sueño ó bien tuvo curiosidad por palpar más allá de la costa, algún borracho dijo que el hielo de los polos ya se había derretido y por eso la inundación, luego, al ir bajando la marea unos chiquillos dijeron que seguramente las Nereidas se estaban dando a la tarea de secar el desastre con sus jergas de sargazo, la guardia costera no supo explicar el fenómeno y la radio prefirió no mencionarlo para no hacer el ridículo ante medios más públicos, pero una histeria colectiva estaba descartada porque las pruebas estaban ahí: varios animales ahogados, artículos y muebles empapados desperdigados afuera de las casas, arena en las calles y veredas donde usualmente no llega, las paredes, en los jardines líneas que mostraban dónde estaba el nivel; hubo un vecino que a pesar del ajetreo nocturno estaba tan profundamente dormido que su catre de carrizos salió flotando de su casa y amaneció varios metros más adelante, hubo estragos pero nadie resultó herido ni muerto durante el acontecimiento y quienes huyeron regresaron al amanecer, fue cuando se dieron cuenta de que el cuerpo de Hilda ya no estaba en la choza, el mar se la había llevado.
-Esta gente es ingeniosa, anoche me espanté de verlos pasar cargando sus cosas porque la isla según se estaba hundiendo: que si los glaciares, que el tsunami, que si Oshun dejó abierta la llave del lavadero, francamente yo no escuché nada, primero desaparece el mejor surfista que ha dado la isla, luego su mujer pierde el juicio y ahora el mar secuestra su cadáver, al rato me van a decir que los tiburones hablan; ciertamente han sucedido cosas raras, pero todo tiene una explicación, para eso hay científicos y aparatos modernos ¿no?
-Si estuvo loca debo reconocer que fue más feliz de lo que cualquier cuerdo podría ser, no ha habido antecedentes de demencia en nuestra familia, aunque mi tío indiscreto contó una historia acerca de su pasado, yo no tenía más de seis años y como me creyeron dormido en el sofá de la sala se explayó y lo escuché todo: imagínese un bisabuelo francés convertido en pirata quien en uno de sus asaltos a un fuerte en lo que hoy es Puerto Rico roba una hermosa nativa, pero en lugar de violarla y aventarla al mar o abandonarla en cualquier otro puerto se prenda de ella, porque la mujer no resulta ser la tímida y frágil hembra a la cual están acostumbrados los marineros, al contrario, era brava e indómita como pocas, el bisabuelo se enamora perdidamente en poco tiempo pero cuando la mujer se embaraza el dilema está entre continuar sus fechorías o comenzar una vida normal en un lugar desconocido, al final, pensando que la justicia tarde o temprano daría con él y perdería cruelmente lo que más amaba decide comprar en España una pequeña hacienda con el producto de sus hurtos y abandona a su mujer, ella se inventa una conmovedora historia para justificar su desamparo y usa sus encantos con el fin de granjearse favores con los demás hacendados y autoridades, así estudia y aprende a administrar su hacienda que prospera con el tiempo, la mujer no revela su identidad ni delata al pirata y sólo le cuenta la verdad a su hijo, pero éste se avergüenza de su linaje y todavía joven se viene a América cortando todo lazo materno e inventa otra historia, tiene una buena herencia y apostura así que no le cuesta trabajo emparentarse con buenas familias y tratar de olvidar, sin embargo, en algún momento al final de sus días el remordimiento por haber repudiado a su madre lo tortura y confiesa a su primogénito su origen y éste permanece oculto en una sociedad elitista, si mi tía conoció su origen no lo sé, por generaciones trataron de sepultar ese pasado y yo por mi parte nunca me atreví a contarle a Hilda lo que escuché esa noche, aunque empecé a observarla mejor, era pésima en los deportes excepto para la natación y torpe en los bailes, pero eso no la desanimada, simplemente intentaba y se divertía, ni su madre ni sus hermanas lograron inculcarle el orgullo ni la altanería, incluso de pequeña disfrutaba mojarse en la lluvia, así estuviera camino a la escuela, en el supermercado o en plena calle mientras su madre corría tras ella con paraguas y botas, además se llevó varias palizas porque prefería irse a jugar al estanque de los gansos en lugar de la alberca, con el tiempo y las represalias moderó su comportamiento pero no perdió la humildad, trataba a todo mundo con respeto, le aburrían los formalismos y era muy curiosa, casi infantil, puedo deducir así que el pasado da brincos y se instala en el presente, tenía el espíritu aventurero del pirata y el espíritu indómito de la nativa, por eso la desaparición del cuerpo me llenó de pesar ¿realmente contenía agua marina? ¿había consumido alguna droga que la haría parecer muerta mientras llegaban por ella? ¿Vendría Akai ese día evitando así que la encerraran en una urna de cristal, solicitándole y atribuyéndole favores ajenos a su naturaleza? Sus padres me pidieron que la convenciera de volver con ellos, pero estaba claro que ya no era la misma o tal vez simplemente afloró su personalidad con el aliciente de su amor y si ese amor la trastornó a ese grado creo que vale la pena permanecer así, yo por mi parte me acostumbré a sus fantasías, sus emociones, a revivir en su persona al corsario francés rendido ante los encantos de la isleña, veía a través de sus ojos azules todo lo que Aukai le contaba en sus cartas, su hipersensibilidad ante el mar que la hacía permanecer unida a su amado y acompañarlo en sus travesías. Aprendí tantas cosas durante ésas visitas de convencimiento que terminé convencido de que nadie tiene derecho a inmiscuirse en la vida de los demás cuando ésta les hace feliz, ahora me despido de éstas costas añorando su espíritu libre y soñador que a éstas horas estará abrazando la cintura de su bien amado, los dos por fin juntos en medio del océano recorriendo por siempre los siete mares sobre una tabla de surf .