Mi domingo libre de ceremonial
repartido en sonrisas y un beso,
un festejo del tiempo especial,
el séptimo día del amor inmenso.
Sin pretextos, ni apuro final
del reloj lacerado por el peso
de quien no vive en la manía,
de un domingo hecho de anarquía.
Por ese día transita un porvenir
sin las ataduras de las semanas
que nos prepara un nuevo devenir,
del ambiente de las pobres ventanas
haciendo que mi pecho pueda sentir:
simpleza de domingo en mañana,
donde rearmo mi verso solitario
creado por el viejo abecedario.