Yenifer Fara

Emma

Emma

Mi madre una vez me dijo que cuando los perros aúllan es por qué la muerte está rondando muy cerca. Ahora mismo lo están haciendo, su aullido es tan agudo, largo y profundo. Están sollozando puedo sentirlo, puedo sentir su dolor, su soledad, su miedo.

Estoy asomada en mi ventana y desde este pequeño espacio puedo ver la luna, las estrellas, la ciudad entera, es noche y la noche ya no me da tanto miedo o bueno al menos esta ya no, de niña solía temerle a la oscuridad y no por las historias de fantasmas que suelen contarnos antes de dormir, sino más bien por los monstruos que suelen vagar por el mundo destrozándole la vida a los inocentes, ya estoy “grande” y aun le sigo temiendo a la oscuridad. Los monstruos disfrazados de humanos me causan ansiedad, miedo, insomnio, y a consecuencia de ello durante mucho tiempo no eh podido conciliar con el sueño y sé que para descansar físicamente necesitamos dormir, pero para las personas como yo dormir parece estar fuera de nuestro alcance, queremos hacerlo, pero no sabemos cómo conseguirlo. Pienso que quizá primero necesitamos descansar emocionalmente y para ello es necesario enfrentar nuestros miedos y vencerlos. La forma en la que yo lo hice quizás no fue la correcta pero no tenía otra opción, en fin, ya está hecho y no hay vuelta atrás.

Las calles se ven tan solitarias, tan vacías, siento que el mundo entero esta solo para mi, todo está en silencio los perros ya han dejado de aullar y el viento de soplar.

Hay días en los que pienso demasiado y este es uno de ellos, tengo las mejillas empapadas de lágrimas, los ojos rojos y la boca amarga.

Andy esta conmigo recostado ronroneando sobre mis piernas y si hay algo que me duele dejar en este mundo, es a el.

       —No hay nada que temer Andy, Lauren me prometió que sí me llegará a pasar algo, ella cuidaría de ti. Se que te adorara tanto como yo.

Lloriqueé un momento sobre su peludo cuerpecito, me dolía el pecho y la respiración me era dificultosa.

Encendí la radio y couple skate de Ollie Byrd rompió en llanto junto conmigo.

       —I’m no one, I’m a fucking ghost — canto con la voz ronca y entrecortada.

Mi puerta tiene bien puesto el seguro y también empuje mi ropero por si alguien intentaba forcejear y entrar sin mi consentimiento. Puede parecer algo estúpido, pero él había generado tal echo de temor en mí que aún después de muerto le tenía miedo.

Hace un par de meses que mamá lo había traído de vuelta a casa, desde entonces pase varías noches sin poder cerrar los ojos, su habitación quedaba en la planta baja y a veces podía oír como subía las escaleras sigilosamente y trataba de abrir mi puerta sin lograrlo, el ruido del forcejeo por esas noches me despertaba de un sobresalto, ansiosa, agitada, asustada, vivir en esta casa me estaba volviendo loca.

Maldito cerdo había conseguido meterse en mi cabeza, estaba siempre ahí perturbándome, arruinando cada segundo de mi vida. Trataba de decirle a mamá todo el infierno que estaba viviendo, pero tenía miedo, miedo a que dudara de mi palabra, miedo a que no me creyera.

Y así paso cuando por fin me atreví a romper mi silencio, el mundo se me vino abajo al ver como ese miedo que tanto sentía se hacía realidad, en efecto ella no me creyó me dijo que era una maldita mentirosa que lo único que quería era arruinarle la vida “como siempre lo había hecho” que se arrepentía tanto de haberme tenido y que sí por mis estúpidas mentiras él se volvía a ir ella no me lo perdonaría nunca, su vomito verbal fue tan hiriente que me dejo destrozada, esa noche llore hasta el punto de ya no poder respirar, el dolor en mi pecho era demasiado fuerte recuerdo aun como me desvanecí y desperté al siguiente día en el piso congelada de frio.

Ahora estoy aquí llorando como esa misma noche, tratando de asimilar lo que hace apenas un par de horas acaba de pasar.

Es fin de semana, mamá y él siempre salen a divertirse y regresan muy tarde, hoy era de suponerse que estaría sola, al bajar a la cocina me lo encontré, estaba tan cómodo sentado en una silla, cruzado de brazos y piernas, al coincidir nuestras miradas, mis ojos quedaron turbios, mis manos empezaron a temblar y mis pies se movían torpemente.

     —Hola, cariño — susurró — Sabía que en algún momento bajarías, nadie puede vivir siempre encerrado en su habitación.

       —¿Dónde está mi madre?— pregunté con una voz temblorosa.

       —No te preocupes por ella— contestó mientras jugaba con sus dedos, moviéndolos coordinadamente uno tras otro — No volverá hasta mañana, tenemos la casa entera para los dos — Sonrió sarcásticamente.

Sabía lo que me esperaba si no salía corriendo de ahí, cuando lo vi levantarse aparentando sacudir su playera, mi complexión entera dio un sobresalto y dando unos pasos atrás eche a correr, no sirvió de nada porque cuando apenas pisaba el primer escalón me tomó del brazo y me llevó hacía él.

       —A donde vas pequeña— espeto a mis oídos.

Estaba temblando de miedo, no soportaba la presión de sus manos sobre mi piel, su fuerza me lastimaba. En mi desesperación intenté zafarme…  tras unos instantes de vano forcejeo, tuve miedo por lo que me fuera a pasar. Siempre me había sentido un pequeño títere en sus manos, un juguete sin valor con el que podía hacer lo que le viniera en gana.

       —¡Suéltame!— grité —No te atrevas a hacerme daño… por favor — susurre por lo bajo.

       —¡Auxilio!, ¡Auxilio!—  volví a gritar con todas mis fuerzas, de repente sentí un golpe en mi rostro que me hizo desvanecer en el suelo, a mi alrededor todo se torno borroso y ya casi no podía moverme.

Pude sentir cuando se abalanzó sobre mí, sentí su horrible respiración jadeante sobre mi cuello, quería quitarlo de encima, quería guitar  pero… no podía, mi cuerpo estaba en un estado vegetal y mis extremidades no respondían.

       —Dios protégeme, recuerda que yo también soy tu hija…— supliqué, mi voz era un imperceptible susurro, cerré mis ojos como solía hacerlo cuando era pequeña y solo rogaba que todo eso terminará. Pude sentirlo dentro de mí, estaba saciando su asquerosa enfermedad conmigo, el tiempo se detuvo mis lágrimas empezaban a salir y me ahogaba entre sollozos.

Pude recordar todos los momentos similares a este, todos los que yo había vivido en carne propia y lloré aún más. Tomando las pocas fuerzas que se juntaban de tanto dolor volví a forcejear con vanos intentos, hacía todo el esfuerzo por zafarme de su asqueroso cuerpo, cuando volví a tener su cara cerca a la mía le mordí y lo hice con tanta fuerza que en instantes la boca se me lleno de sangre y de un tirón logre arrancarle la piel.

       —¡Maldita zorra! — grito echándose para atrás sosteniéndose su mejilla retorciéndose de dolor.

Entonces pude ver mi única oportunidad de escape me sostuve en el sillón para levantarme, mis piernas dolorosas me traicionaban, cualquier cosa era mejor que quedarme ahí. Eche a correr, si es que así se le puede llamar a los vagos pasos que daba con desesperación, cuando me asome a la cocina mire con desaliento a todos lados, cuando los vi no lo dudé ni un segundo, los cuchillos estaban ahí justo al lado del fregadero, verlos me hizo pensar que al fin Dios se había apiadado de mí cuerpo y me había concedido un arma para defenderlo, aunque ya fuera demasiado tarde. Cogí uno con torpeza y de repente sentí sus dedos en mi brazo girándome bruscamente hacía él, al mismo tiempo que yo le enterraba el cuchillo en el cuello, todo fue tan rápido.

Así es lo mate con un cuchillo, su sangre emanaba sobre mi piel mientras me quedaba viendo como caía rendido, se retorcía de dolor en el suelo, sus labios temblaban como si quisiera decir algo, la sangre corría como un charco de agua llegando hasta mis pies, pudiendo así sentir su temperatura tibia, gran parte del piso se tornó de color rojo, lo seguía mirando cuando se apretaba el cuello como si quisiera retener la sangre que salía de él, de pronto dejó de moverse.

       —¡Te odió! ¡Te odio! —  grite hasta que mi voz se apagó — ¡Ya no soy una niña, ahora no volverás a hacerme daño! — rompí a llorar, pasé mucho rato mirándole, diciéndole todo lo que por mucho tiempo había guardado, hasta que entre en razón y pude darme cuenta que él ya no podía escucharme entonces caminé sigilosamente a lavarme las manos, su sangre se mezclaba con el agua emitiendo un color róseo sobre la mayólica,  sentí asco y  se me revolvió el estómago  me volví a verlo, estaba en la misma posición sus ojos abiertos, sus manos  en su cuello y sus piernas entre abiertas, sentí la sensación de que se levantaría y se volvería contra mí por lo que salí corriendo para encerrarme en mi habitación.

No puedo hacerme la fuerte, no cuando siento que el corazón se me hace añicos, mi vida  ya no puede estar más jodida de lo que esta. Mis lágrimas vuelven a invadir mis párpados y lloro por los tantos años de silencio que guarde, lloro porque él se salió con las suyas y volvió a hacerme daño otra vez, lloro porque ahora no soy digna de nada ni de nadie, lloro por mi madre por mi padre porque nunca estuvieron para mí, lloro porque soy cobarde porque las fuerzas se me han agotado y ya no hay nada por que luchar.

Recuerdo que apenas ayer planeaba escaparme de casa, ahora ya no le encuentro el sentido y he decidido acabar con esto de una maldita vez.

Le planto un beso a Andy, le susurro al oído que lo quiero y suelto mis últimas lágrimas sobre el.

Cojo el cúter que esta sobre la mesa, es nuevo apenas ayer lo compré, como si hubiese adivinando lo que el destino deparaba para mí.

   —I wanted to have someone, I wanted to find love… — canto mientras sacó la cuchilla cierro mis ojos y la pasó sobre mis muñecas, no hay dolor físico solo un sentimiento de satisfacción, me recuesto sobre la cama, en mi lenta agonía todo se vuelve confuso, Andy ronronea en mi rostro lo miro con los ojos llorosos, la oscuridad reina más allá de la ventana y poco a poco puedo ver como ahoga las luces de mi habitación,  la música se escucha cada vez menos, siento un profundo sueño, todo es silencio, por fin puedo sentir la paz que por tanto tiempo busqué.

Yenifer Fara

©02/02/18©