Debo decirle adiós, compañera.
Es lo mejor para los dos aunque no quiera.
Usted sabe cómo es esto del corazón:
cuando no late como la vez primera
en que la llama arde sin apagarse un día siquiera,
hay que recogerlo de la ceniza que queda
y lanzarlo al viento porque el amor es un pájaro que vuela.
No sé de quién la culpa sea,
si mía o suya o nuestra.
Pero a veces las raíces del amor se secan
y la tierra se vuelve amarga y enferma.
La quiero tanto compañera,
a veces más que a mí mismo;
más que a cualquiera.
Quizá algún día mire a otro y a mí me vea.
Le vendrá una sonrisa al rostro
y aunque ese hombre crea
que fue para él usted sabrá que no lo era
pues dentro suyo mi amor en secreto aún reverbera.
Felicio Flores