Quizás fueron las Alondras,
que Sin Nido
se Refugiaron en la Muerte...
Quizás fueron las Ramas Indomables
que Sostenían a Aquel Puente
que sin Derrotas
Desafiaron la Temida Vida
y luego se Derrumbaron
en la Gloria de un Día...
Quizás fueron mis Ojos Ciegos
que Estrujaron los Velos
y Recorrieron
sin Celo ni Temores
esos Laberintos en Mudas Batallas...
Quizás fue el Recuerdo de las Siestas
de Aquellos Domingos
en Felices Mediodías...
Quizás pueda Aromar, Ahora
el Embrujo de esos Pétalos Negros
que en Abyecta Suciedad
Mueren sin
Morir,
en la Tierra Yerma
que Cuece sus Dolores...
Quizás fueron mis Ojos Ciegos
que Estrujaron los Velos
y Recorrieron
sin Celo ni Temores
esos Laberintos
en Mudas Batallas...
O tal Vez, la Atonal
Melodía,
Hipnótica,
Asesina...
Que llenó la Copa
y Rebalsó el Vaso
del Maduro Vino
de Ésto
el Innombrable y Sordo Canto
de Huesos Blanquecinos,
de Cenizas Añiles
que esta Noche
en loca Locura y sin Culpa,
Duermen Conmigo...
(Patricia)