Alberto Escobar

Se me fue...

 

Ya se fueron las golondrinas
de Bécquer...
y con ellas la poesía. 

 

 

Sin sabor, esta mañana, sentado,
miro la pantalla, galletas con leche
y una puntita de cafe, nada, el olor
del café en la puntita de los dedos,
esta mañana, sentado, galletas, 
sin sabor, miro la pantalla,
las noticias son insulsas, qué coraje. 
Esta mañana, la cuchara en la boca,
sin gusto, cogí el pañuelo, me soné 
los mocos, y tampoco.
Me soné los mocos, no hay algondones
de rinitis dentro de la nariz, respiro bien,
no la tengo gorda como en enero, ya no, 
las galletas, esta mañana, el calor gordo
chocando contra la celosía de la ventana,
una puntita con leche, sin sabor, el olor
del café clavado en la yema del dedo 
índice de la mano izquierda,  y no se vá,
menos mal, tú, qué coraje, la galleta,
la leche y el café mezclados no saben
pero sí huelen, todavía, el dedo índice...
No paro de olerme el dedo índice
para rescatar el gusto que se fue,
qué coraje, eso no es justo, la taza
me lo debe, me lo ha quitado, qué coraje. 
Me vuelvo a acercar el dedo a la nariz,
cojo vicio, no paro, quiero volver al pasado 
de hace tres minutos cuando me metía 
en la boca la cuchara sopera con la pasta
entre marrón y ocre, y ponerle el sabor
que le faltaba, qué coraje, no puedo
aún chupándome la lengua rescatar
ni un ápice siquiera de la pasta marrón
que se ha quedado entre las papilas. 
Sigo con la nariz averiada, aunque eso
sea en enero, ahora no, ahora no está gorda,
sin sabor, sin tomarle el gusto, qué coraje.
Me metí entre los dientes la primera cucharada
sopera de una pasta entre marrón y ocre
y nada, que no consigo rescatar el gusto perdido
ni lamiendo como los niños chicos la papilla,
contra un cielo de la boca que duerme todavía,
que la lengua no sabe, que la puntita de café
no despierta ni a la lengua ni a los dientes,
que no necesito el café para ser persona
pero tiene su puntito —su puntita, con leche. 
¡Qué coraje me da! 
Chupo la cuchara como si todavía me debiera
el gusto que se me ha escapado de la boca, 
miro la pantalla, miro la taza, busco el gusto
que no está, que se ha ido, y sigo removiendo
entre mis dientes la pasta entre marrón y ocre. 
La cara mohína de coraje, una puntita, cogí
el pañuelo, cogí el olor, una y otra vez, el gusto
no despierta, sin café soy también persona. 
¿Dónde irá el gusto que se pierde en la lengua?
Sigo oliendo el dedo, las galletas, esta mañana,
miro la pantalla, las noticias son tontas...