el brujo de letziaga

El vendedor de patatas fritas.

...un sol amarillo deslumbra el mediodía con su cara de cristal luciente..., extendiendo sus brazos encendidos, desnudos y largos -desde un cielo totalmente raso donde palpita el infierno- sobre toda la gente que tumbada en silencio recibe sus caricias llenas de radiaciones para futuros y espantosos melanomas...

 

...con las nubes disipadas el mar se llena todo de azul, hasta la línea que dibuja el horizonte, y los contrastes variopintos de oro playa con verde vegetal, se dejan ver a este lado de la muga que marca la espuma...

 

...pero pocos ven al hombre que vende patatas fritas, con su caminar cansino por la caliente arena que le va quemando los pies y arrancando los latidos del alma, pero que sueña sin duda en todo lo maravilloso de la tierra y del cielo, aunque nunca tomara una taza de café a media mañana, ni supiera lo que era un colegio ni un buen vino...

 

Es alto, desgarbado, un poco negro, muy delgado y pelo ensortijado, y parece de lejos que va hablando entre dientes con su infinito, esa distancia que su vista desnuda y libertaria le deja alcanzar, como aquel que mira hacia cualquier parte sin buscar nada más...que lo que hay más acá de su adusto caminar, aunque a veces no le quede ni camino...

 

...son las doce y media y el sol llena completamente la anchura de la vida y de la muerte, de cada día a la misma hora de esta quincena de agosto, con las mismas mujeres y los mismos chiquillos, y los mismos hombres, y algún viejo solitario con los pies varicosos y cansados, que están alegres en la tristeza, y un vendedor de patatas fritas que camina triste en la alegría... que contraposición más curiosa.