Una violeta
temblaba en la campiña
muy dulcemente.
Era la brisa,
llegando de los mares,
quien esto hacía.
Flor delicada,
sutil y misteriosa
al mismo tiempo.
Pero es bonita.
Con rasgos y ternura
para los ojos.
Lágrima fina
bajada de los cielos
a las campiñas.
Allí se prende
y pasa a los jardines
y los hogares.
Su compañía
alegra las pupilas
cada mañana.
También a ella
se acercan mariposas
a saludarla.
Llevan los besos,
silencios y palabras
que yo le entrego.
Y hasta mis sueños
se quedan en sus pétalos
y allí se duermen.
Rafael Sánchez Ortega ©
27/06/23