Entre sedas bordadas de mi lecho
te sueño en las orillas del Genil
donde fuimos otoño y primavera.
Tiritaban los álamos sangrando savia por el corazón
que grabamos sin permiso y sin piedad
a la caída de la tarde gris.
Los juncos danzaban al compás
de las campanas
que a lo lejos tañían sin descanso,
trayéndonos delirio y arrebato.
Nos desbordamos de pasión y magia
muriendo en un gemido.
Pero, hoy, entre mis sábanas de seda
te añoro y muero de melancolía.