Háblame de esa noche.
Cuéntame qué fue lo que pasó por tu cabeza, y quién fue quién pasó por tus labios. Esa noche.
Cuéntame si hubo algo que apretara tu corazón tanto como apretó tu garganta para decirme las cosas con claridad.
Hablemos del miedo suspendido en el tiempo, mientras escondías tus ojos y yo humedecía los míos.
Vamos a dejar de escondernos cada vez que pasa por nuestra mente la posibilidad de charlar las cosas para poder matar la incertidumbre del futuro que alguna vez hablamos.