Si volvió esa noche impetuosa, cuando Berta pensó en ese secreto de hace tres décadas, ya casi lo olvida, pero, algo le hizo recordar ese secreto. Cuando, realmente, Berta decide olvidar y para siempre ese secreto vil y temeroso en su existencia, pero, aunque no pueda olvidar estará por siempre en su cabeza como el delirio más eficaz, más tormentoso, y más real que nada. Cuando en el tormento se electrizó la forma de recordar y, sí, que lo recordó todo, pero, no había ni existe grabadora que la incrimine a Berta. Aquella noche del suceso Berta estaba cerca del occiso y quedó todo como un vil suicidio, pero, en realidad que no fue así, pero, todo lo que sucedió allí quedó por siempre como un secreto a grito a voces calladas, porque en realidad que Berta quedó sola con el occiso. Cuando en el embate de dar con una sola verdad, quedó por siempre en el alma y en el camino una huella indeleble que se le olvidó a Berta cuando lo recordó todo en esa noche de fría niebla. Si en el alma de Berta, se fue por donde se fue la luz sin calma, sin deterioro, sin desmoronamiento, sin desvanecer el cielo inalcanzable, pero, sí, de iras y de odios y rencores. Cuando en el alma de Berta quedó por siempre al filo del solo corazón buscando en la salida un tormento imperioso. En esa noche de fría niebla, quedó todo como si hubiese sucedido en el mismo instante en que Berta así lo recordó. Y quiso ser como ese secreto, bien guardado, pero, sin poder ser revelado. Y Berta como en un estudio de infrarrojo sacando y revelando fotografías desde su mente y de su conciencia y de su subconsciente, quedó como sus ojos llenos en color rojo. Y así, fue toda la noche sentada en el sofá favorito de Berta. Y Berta y en esa noche impetuosa y de fría niebla, quedó como el mismo tormento en que se fue el alma de Berta hacia el mismo mal tiempo en que pasa en su hogar recordando lo sucedido y ese secreto escondido sucedió en un invierno del ayer pasado. Cuando en el relámpago de un invierno total que desató la tormenta, sí, fue esa noche nada más de fría niebla, cuando Berta, lo recordó todo. Y fue como haber revivido el instante y el vil momento cuando yace en el suelo un occiso. Y fue como haber recordado parte por parte el vil suceso, cuando en el alma quedó como la luz oscura de una noche llena de fría niebla y de un sólo tormento. Si en el alma quedó como el ir y venir lejos de la verdad, cuando en el tormento se fue como el alma fría y como el invierno desatando un delirio de esos como el del frío. Y se sintió fuerte y decidida en poder revelar ese secreto vil, pero, algo la detiene como en el instinto suave y delicado y fue poder expresar ese secreto a tanta gente que creyó una cosa y fue otra, como aquel suicidio que revolcó las vidas de todos en hace más de tres décadas atrás. Fue y será un terrible pasado, si ese secreto misterioso lo ocultó por tantos años Berta. Cuando en el trance del trayecto efímero y muy corto en sólo pensar en ese secreto, sólo Berta, murió de un espanto seguro. Cuando Berta sólo sollozó de una penuria en solventar lo más terrible de ese terrible secreto. Si en el embate de dar una sola verdad mortífera se vio como el delirio más sosegado y más impetuoso de todos los tiempos. Si en el tiempo y más en el cruel pasado, se vio Berta como adolorida, herida e insípida como queriendo barrer del suelo a todo cielo caído. Y se fue del mundo y del momento más frío de todos los instantes cuando en el alma de Berta se fue de allí como tormento frío y tan veraniego como el equinoccio que pasó por la vida de Berta al recordar en una noche de fría niebla a ese vil secreto y tan misterioso como lo que sucedió en ese invierno frío. Porque cuando en el afán de un invierno álgido se petrificó la espera inesperada de creer en ese secreto en subrepticio dolor. Y, quedó Berta, como impetuosa, pero, caudalosa, templada y sosegada, cuando en el tiempo y más en el alma de Berta y en el afán de dar una verdad impoluta se vio fríamente inadecuada la vez aquella en que Berta recordó todo desde una cruel perspectiva de dar una sola señal en poder y tratar de olvidar ese secreto. Y de pronto llega su esposo con café en mano, para calentar a los cuerpos y olvidar los nervios de ese frío de niebla espesa sobre el mismo cielo donde se pasea el alma ciega de un sólo espanto por lo tenebroso de la mala situación en que viven en el presente tanto Berta y su marido. El marido amoroso con ella, apasionado y calentando el frío suceso, se tornó desesperadamente inocuo, pero, muy trascendental como aquella noche donde ocurrió el supuesto e insospechado suicidio. Berta en su afán de saber de lo que ocurrió sólo recordó el mal suceso ocultando el secreto y más quién fue el atacante de ése hombre que supuestamente se suicidó. Y más que eso se vio en infrarrojo como revelando el secreto de Berta como una fotografía desde su propio interior o de una cabeza donde tiene tanta información oculta, pero, lo que la incrimina a Berta, no lo recordó, porque realmente es ella quien imagina y piensa en ese vil secreto que le atosiga y le atormenta en su cabeza y más en su conciencia y más en su subconsciente. Cuando en el trance de la verdad se vio friolera y tan gélida como el mismo hielo en el refrigerador. Y Berta atormentó de un espanto cuando quiso revelar ese secreto a su marido, pero, algo la detiene y es el haber jurado por siempre ocultar el secreto. Cuando sólo se dedicó en ser como la misma fuerza o como la misma fortaleza, cuando en el afán de vanagloria en el momento, sólo le quedó olvidar ese secreto cuando juró nunca más hablar de ello, ni en pensar en el mal susodicho. Si Berta se vio en la encrucijada de un sólo mal tiempo, cuando pensó y recordó al débil momento y al mal secreto de ver al cielo como tormenta eficaz y como un relámpago inerte que quedó impreso en el mismo cielo. Y lo propio hizo el esposo de Berta, el cual, le otorga un beso apasionado, por tantos años casados con la mujer de ojos azules, y de cabellos rubios, por la cual, en su alma existe una sola insistencia como lo más eficaz del momento cuando ocurrió el frío y el más de los momentos fríos cuando en el beso le dio calor y más que eso pasión de la buena. Si Berta se vio como el deseo y como lo más inmóvil de lo imposible del secreto oculto por seis lustros y por casi toda una vida vivida. Y, Berta, se vio intransigente, impasible e insípida e inestable como lo más pernicioso de un funesto instante, pero, cayó como cae el relámpago en el mismo cielo lleno de fría niebla. Cuando ocurrió lo que nunca un vil asesinato en su hogar, pero, la autoridad sólo lo investigó como un doloroso suicido, pero, lo que courrió allí sólo es el secreto de Berta, cuando halla al occiso muerto en su hogar. Berta sólo transigió como un vil trayecto, pero, en su conciencia y en su subconsciente sólo la llevó por el sendero oculto y tenebroso como el horror de un mal momento, si en el instante se dio como el venidero momento en que se intensificó su estancia en ese hogar. Y la muerte súbita de Berta cuando sucedió ese cruel momento se vio como lo más inconsecuente y débil de los instantes cuando vio al occiso muerto en el interior de su hogar. Nunca se supo el secreto de Berta, sino que Berta lo guardó y lo ocultó subrepticiamente desde sus propios adentros. Si sólo fue como la fuerza o como el delirio de un sólo dolor en el alma, cuando ocurrió el desenfreno frío en querer amarrar el deseo y el juego del amor en el mismo corazón. Si por entristecer el acometido en bruces caídas, se vio Berta como el desastre de creer en el alma una fuerza en sortilegios cuando en el descanso de su alma no tuvo paz ni tranquilidad, sino una mala situación de creer en la conciencia devastada de sucio proceder.
Y, Berta, al otro día, se sentó en la mesa donde conoció al hombre de su vida, sí, allí mismo en la playa, arena y mar, y el mar ésta vez está bravío, impetuoso y muy furioso e impredecible su oleaje, será por la tempestad de la noche anterior con la fría niebla en el cielo de gris tormenta. Berta se fue de rumbo incierto, y por una crueldad de ciencia incierta se vio en los ojazos azules de Berta y en sus cabellos rubios un reflejo del mismo sol. Cuando en el reflejo del sol sólo se vio el reflector de la luz enérgica, cuando en la luz se vio el gran reflejo de la impoluta verdad. Y, Berta, lo único que recuerda fue cuando en la playa, arena y mar se tornó desesperada e inocua como la misma arena cálida, en que sintió su más caliente sol. Si, Berta se vio entre la encrucijada y el tiempo, entre el cielo y el infierno, entre el invierno y el cálido verano. Cuando en el trance se vio como lo que se entristece en el cambio de creer en el alma a ciegas cuando el secreto le cegó hasta la luz en el alma. Si en el desastre de creer en el funesto momento de aquel invierno cuando sucedió lo ocurrido se vio fríamente Berta indeleble como el sol en la cálida arena, pero, el sol sólo se edificó su forma de atraer en el alma de Berta cuando le sucede a su esposo casi lo mismo, como el mismo desastre en poder creer en el intercambio de cuerpos muertos. Y ahora fue Berta, su cuerpo se halló muerto en el mismo hogar, en el cual, ocultó el vil secreto y que fue un funesto mal desenlace fatal, el ocultar el vil secreto. Quien hirió y mató al primer cuerpo, y que Berta le ocultó el secreto la hirió punzantemente y vilmente después de seis lustros y hace exactamente tres décadas de silencio, de paz intranquila, y de un mal sosiego constante que le petrificó los nervios como en la fría niebla, y con el mismo desenlace fatal. Berta cayó como un ave con alas mojadas, cuando en su afán de creer en el alma con una luz que por consiguiente quedó en plena oscuridad. Y fue su cuerpo y su alma oscura el vil asesinato de hace seis lustros donde ocurrió el asesinato, otra vez, pero, con Berta. El asesino regresó a la vil escena en el hogar de Berta una noche de fría niebla y Berta cumplió en subrepticio dolor de llevarse hasta la muerte ese secreto, pero, fue un grave error el ocultar tal secreto misterioso. El secreto nunca se supo a consecuencias de la verdad impoluta de Berta. Y, Berta, lo que calló cayó en la red del asesinato, de la complicidad y en ser testigo ocular de ese vil momento, el cual, calló lo calla una mujer por miedo, por capricho, por temor y por horror. Cuando en el trance directo de lo insospechado se vio y se sintió como el precepto más enmudecido de todos los tiempos. Y, Berta, siempre lo recordó y lo ocultó como un eterno secreto la identidad de ese cruel asesino que le arrebató la vida a ése cuerpo desnudo que yacía en medio de su hogar y que Berta siempre pudo saber que no fue un suicidio sino un terrible asesinato. El secreto misterioso de Berta nunca fue revelado, ni contado ni expresado por Berta sino que calló como calla un mudo, como un ave sin poder volar lejos, y sin una fuerza en la debilidad en poder decir o expresar lo cierto y la certeza de lo vivido cuando Berta fue un testigo contundente de ese vil asesinato y que Berta calló por temor, por miedo, por funesto instante y se llevó a la tumba quién y la identidad de ése asesino, en vez, Berta pudo hablar y expresar quién y su identidad, pero, fue mayor su juramento que llevó al secreto hasta la tumba. Y Berta yace muerta y su esposo un testigo ocular del asesinato y así mismo fue y el investigador, indaga y el esposo calla como calló Berta, y es el vil secreto que aún no se confiesa, y es la gran confusión del gran secreto misterioso y en la niebla fría que se calla, otra vez, con el mismo secreto.
FIN
Por: Srta. Zoraya M. Rodríguez
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