Me alimento de esperanzas, como si fuera la única filosofía sostenible cuando no tengo a nadie cerca, excepto una luz y mi sombra a la que doy la espalda.
Entonces, veo una copa manchada por los labios de una mujer, que es la sujeta indicativa de mis plurales pensamientos y que me acaba de abandonar para irse a otra casa donde el tiempo tiene precio.
Así las cosas, la anónima senda del pasillo con sus pinturas sugerentes, se entregan a una exaltación recordatoria de la encrucijada de sus pechos y sus ingles tan convexas, y a un espejismo de tantas excitaciones habidas en el interior de la puerta del fondo, que siempre está esperando la hora secreta en la que la vida se detiene y se prostituye, hasta que arranque de nuevo el tiempo.
Esta película ya la he visto más veces me digo a mi mismo; y así en un calvario lascivo de tentación, voy alimentando entre vapores de vino, la esperanza de volverla a ver nuevamente en su verdadera presencia.