Tú, quien resalta
tan perfectamente
la figura del varón.
Bella escultura viva,
tu desnudez exquisita
y blancura brillante
de mármol.
Ojos místicos,
seductores, vibrantes.
Valiente y erguido
esperando con vigor
la ardida batalla.
Hermoso, galante
la más bella herencia
del eterno Renacimiento.
Escultura viviente
que sin duda
nuestros antiguos
se arrodillaran
para adorarte
dejando en tus pies
fragantes ofrendas.
David Apolo...
Sin duda un rey,
sin duda un dios.