Donde no lloran, dicen que comen gatos.
Que comen toros, y ratones, las águilas aventureras.
Que duermen siempre sin silbato, en pie, las largas
jornadas, los silbidos insospechados,
que tropiezan por la ensenada.
Me pesa el omóplato de llevarlo junto a mí;
larga mancha incómoda, plato de ojos, barbitúricos
llenos de amnesias. Donde no lloran los ojos,
dicen que comen gatos. Que comen loros,
las águilas destruidas por el invierno, y sapos.