Ella mira sus ojos con la insinuación propia del deseo. Él capta, y devuelve la señal de que es recíproco. Se acercan por puro magnetismo, porque todo alrededor conspira, el entorno es propicio y apasible. Sólo dos, los protagonistas, que no pueden escapar del inminente abrazo. Tan cerca los labios, como el libidinoso aliento que acelera el pulso y, el impulso al primer roce sutil de la lengua a los labios, listos para abrir paso al encuentro de la otra, que la espera con ansias. Se acarician gentilmente y, al unísono, se entrelazan con más fuerzas los apasionados labios y todo el cuerpo, en un abrazo frenético de pasión y lujuria, donde ya nada importa, sólo el sublime placer que atesora el momento del que no pueden escapar.
Jrea:. 1 de julio de 2023