¿De quién es la culpa, oh Nazareno?
A José Ángel Buesa
Aquí, donde la tierra con versos la penetras,
aquí, donde es América; la patria de tus letras,
la dama empedernida, modelo en la región.
Aquí, donde hay poetas marcados por tu ejemplo,
aquí, donde tus rimas florecen como un templo,
aquí, señor Buesa, pues vibra el corazón.
Y en esa alegoría que si pasa o no pasa
resurge aquella historia fogosa como brasa;
aquella trilogía que no se ha de olvidar.
Y así, yo aquí inspirado pues escribo estos versos,
en honor a la culpa de amores tan dispersos:
esos que nos atan apenas con amar.
Yo de tus versos tengo manjares de pasiones,
señor, José Ángel Buesa, conquistas corazones
y en todo el mundo entero la gente dice así…
pues, yo sintetizando la historia de la culpa
os traigo este análisis y así, pido disculpa
si acaso enojaros los versos que escribí.
Si la culpa fue del otro, ni él ni ella lo dijeron,
solo amor pues juraron durante se quisieron,
y esa convicta falla llegó hasta el tribunal.
Reveló el buen amado la culpa que sentía
a flor de piel hirsuta, rebelde y con sangría
e hizo que aquel juicio pues fuese celestial.
Pues, ella tan híspida flechada por Cupido,
quiso gozarlos a ambos por sueño enternecido
y se dejó llevarse por el dulce placer;
sentía que su pecho pasión borboritaba
y no podía negar. La noche los llamaba
bajo el hondo silencio de un cuerpo de mujer.
Y también el amante pudo quejarse pleno:
⎯¿será su amor un dardo? Dime, oh Nazareno,
que siento descollante lo que pasa entre nos.
Y ella, por otro lado, con signos de osadía
gritaba gradualmente: ⎯los amo todavía
y no puedo olvidarlos al ser tan solo dos.
Porque uno trae rosas y el otro me cautiva,
y así, días tras días hacen sentirme viva,
oh, buen padre, decidme: ⎯¿por qué un amor así?
Si amar de esta manera donde la paz consigo
es un gran pecado, brindadme mi castigo,
que dejaré en tus manos mi intenso frenesí.
Samuel Dixon