Vi deshojarse de dolor tus ojos
tus pupilas futuras madurarse de espanto
cavar la noche ojeras de silencio en tu alma
y era por mí.
Te vi caer de bruces sobre mi muerte inédita
total y sin mañana
y vi el abismo de tus brazos despeñarse
en mi cuerpo.
Yo deletree la angustia que repitió tu amor
adolescente,
tuve tu risa suave de niño algodonado
y no supe cuidar esa alegría intacta,
no supe reflejarme en tus espejos tal como
me soñaste,
demasiado rotunda era mi piedra
y demasiado mar era mi lágrima.
Te vi con mi presente confundido,
con la noche de julio en que asomé a la vida,
con mis aniversarios de tristeza
y no pude lanzarte a la órbita clara de tu origen
donde la harina es pan y el agua sed saciada.
Desde mis planetas apagados
desde el corazón que no heredé del barro
y el naufragio inacabable de la esencia,
comprendí que era el puerto mártir,
que eras la sangre que había de agotarse
por mis venas abiertas
y no pude salvarte.
Supe que era el futuro llorando en tu pupila
supe que era mi cuerpo desprendido del tiempo
lo que en mí te perdía.
Ví el ímpetu y la inercia despedazarte el sueño,
vi crisparse las horas en tus manos
vi el peso de mi noche triturarte las sienes
y no pude salvarte.
Estábamos los dos en el presente
y no pude salvarte ni salvarte
ni salvarme.