Muy temprano el labrador,
salió su tierra a cultivar,
abriendo surcos con sudor
para así poder sembrar.
solo sus manos desnudas
constituían su riqueza,
manos yertas, sin ataduras,
manos de fe y de grandeza.
Echó granos a la tierra,
les cubrió con esperanzas,
encomendó a Dios su siembra.
cantándole alabanzas.
Sus semillas germinaron
y crecieron bajo el sol,
con el viento juguetearon
fueron signos del amor.
Son trigo en verdes campos
son la riqueza del labrador,
son manjares en mil abastos,
ázimo en el altar de Dios.
El rítmico vaivén dorado
es la poesía del trigal,
es la cosecha de lo sembrado,
es el sueño de un soñar.
satisfecho el labrador
ve su tesoro danzar,
con el viento trovador
echó sus sueños a volar.
Trigo mío y suculento
que mañana has de ser pan
serás de mi hogar el sustento
en mil mesas has de estar.
Tu que nos das el pan nuestro
eres de Dios y celestial
un regalo del Maestro
nuestro tesoro más vital.