Cuando vayas a París,
lleva siempre en tu equipaje
cielo rosa en mis canciones,
palabras azules en tu boca.
Silencio en tus ojos de aluminio,
ternura de caoba
en tus manos de pájara encendida.
Trae pegada a tus senos
la nostalgia de París,
lleva en tus dedos mis sueños
de caracol amarillo;
véndelos en Montmartre,
mis sueños, no tus dedos,
por unas cuantas monedas.
Acuérdate en febrero
de mis alas de ángel roto
y llévame con Claudel.
Dile que hace tiempo no despierto,
que duermo siempre a la espera
de que vuelva a ser mayo,
y verte aparecer, tímida, sobre la colina.
No le digas que te has ido
de viaje con el mar,
dile que tus manos están
amarradas a las mías,
como un puño de sal.
Pídele también que me arregle
mi corazón que tiene
unos dientes de azúcar
enterrados de raíz.
Si encuentras a Henry Matisse
pintando bajo la lluvia,
que me pinte los ojos de color ayer,
que se les ha borrado el mañana
tristes de tanto extrañarte.