SIEMPRE QUEDA UNA PUERTA
por detrás de la niebla,
una angosta vereda
que conduce a la noche,
una oscura región
jalonada de sombras.
Nos marchamos huyendo
por la puerta trasera
y a través de callejas
que conducen al agua
levantamos distancias
que nos libran del miedo
de las viejas palabras.
Por detrás queda siempre
lo que encierra el amor
de terrible y de cierto
y una mano esperando
a que demos el salto
que nos vuelva a la vida.