Freddy Kalvo

Romance a mi Orquídea

 

Una Orquídea en mi mano

me perfuma cada poro,

cada espacio de mi cuerpo

y al mirarla me sonrojo.

Ella siempre me acompaña

cuando sufro, cuando lloro

y sus pétalos seducen

a mis tristes negros ojos.

 

Su corola delicada

suavemente yo la toco

con la yema de mis dedos

que recorren todo el dorso.

¡Ah su piel de terciopelo,

en mis versos hoy la esbozo

con ternura y sutileza

y no digan que estoy loco!

 

Y si loco yo estuviera

por sus pétalos hermosos

la locura extendería

paso a paso, poco a poco,

por su brillo y su fragancia

que me bebo sorbo a sorbo

como miel de la colmena

con su dulce tan sabroso.

 

Y esa flor apetecida

me provoca mucho gozo.

¡Qué finura de silueta,

y qué pelo tan precioso

cuando gotas de agua caen

deslizando por sus hombros

y sus hojas delicadas

donde la mirada agoto!

 

Es la flor exuberante

de raíz, hasta el cogollo:

¡Esbelta, olorosa y bella!

¿Y cómo lo niego, cómo,

si alimenta mis sentidos

en mis días cenagosos?

 

La Orquídea es bella dama

y en el alma yo acrisolo

sus aromas y colores

cuando sus labios me como

con los besos que disfruto

cuando estamos siempre solos

degustando las dulzuras

con sus labios tan jugosos.

 

Y hoy que estoy enamorado

voy pensando en lo que somos:

¡Somos río de agua fresca

con su fuerza, con su arrojo;

somos cielo despejado

que no pinta ya brumoso!

Somos cerros verdecidos

donde crecen muchos sotos

que nos dan sus ricos frutos:

amarillos, verdes, rojos.

¡Somos lago de agua fresca

y lagunas en reposo!

Y ella, esa montaña virgen,

¡Qué encantado siempre exploro!

El jardín donde florece,

aunque llegue el triste otoño

donde soy el jardinero

¡Qué la cuida con encomio!

 

Y eso somos, somos eso,

somos todo, todo somos:

«La Orquídea de mis sueños

que en mi pecho la atesoro».