Me veo nuevamente, observándote cómo al horizonte lejano,
pero ese que es perturbado por las nubes oscuras que trae la lluvia.
Nunca quise reconocer mi deseo de amarte,
de perderme cada día en tu mirada sin sentir el remordimiento que me dejaba la razón.
Era simple coincidir con tu tacto,
nuestro sentir permitía manipularnos sin mucho esfuerzo provocando satisfacción sin excusa.
Pero no, mis guerras dejaron marcas y con ellas la ausencia de desear repetirlas,
sin lágrimas me sentía segura y recorría mi mundo sin mayor turbulencia.
Ahora te veo a lo lejos, con el vacío que deja la ausencia del vuelo disfrutado
y que al aterrizar nos separa, sin mirar atrás así lo desee profundamente.